El bueno, el feo y el otro

Siempre le pasaba lo mismo: volvió a interponerse como si fuera un poderoso justiciero. No soportó el abuso de aquel buitre encorvado sobre el indefenso maltratado. Decían que era feo con ganas; que era más feo que pegarle a un padre; tan feo que su orfandad parecía justificada; pero por eso mismo no podía permitir cómo lo trataba el de negro y menos delante de todo el mundo.

Con su actitud consiguió que los echaran de la casa de acogida y, encima, el maldito cura aquel se encargó de contar su versión a todo el mundo y ahora se veían tirados en la calle sin otras oenegés que los cubrieran.

Una respuesta a “El bueno, el feo y el otro

Deja un comentario