La primera piedra

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Los clientes nuevos no encontraban un psiquiatra que les entendiera.

El cura repasaba las caras de los oyentes de la liturgia y solo veía pecadores.

El médico no conocía a nadie sano.

El mecánico aseguraba que todos los vehículos necesitaban, por lo menos, una revisión a fondo.

El policía sabía que había más delitos de los denunciados.

El indigente pensaba que el mejor refugio se lo daban las miradas perdidas.

Los clientes antiguos creían que había más locos fuera que en la consulta del psiquiatra.

El cura era un pecador; era raro el médico que fallecía de muerte natural; el mecánico de guaguas no utilizaba el transporte público nunca; al policía no le gustaban los indigentes, ni a los indigentes la policía, y los psiquiatras tienen que hacer maravillas para no acabar locos.

Al final, aquel político que inauguró la obra por segunda vez, en lugar de poner la primera piedra, la tiró descaradamente y todo el mundo lo aceptó como normal en él.

2 respuestas a “La primera piedra

    1. Y hay quien asegura que el planeta se ha vuento loco.
      El autor parece tener claro que la locura la padece la clase superior que lo gobierna.
      Al tiempo.

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