Tan lejos y tan cerca

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Su país no estaba lejos: estaba allí mismo, bajo sus pies. Pero resultaba invisible para el resto del mundo.

Hubo una vez que apareció en las noticias, cuando dieron el golpe de Estado. Fue entonces que la flota autodenominada «democrática» condenó al mandatario elegido en las urnas y exaltó a los golpistas, que se escudaban en una pirueta legislativa para robarle el poder al pueblo. Ni izquierdas ni derechas extranjeras corrigieron el error de condenar públicamente al elegido por la mayoría, que ahora era señalado como un delincuente en su propia tierra. Solo desapareció de los informativos internacionales, a pesar de las crueldades que ejecutaban los usurpadores.

Ahora su país es invisible, pero la sangre que mancha las calles no; porque, aunque no se vea en periódicos ni televisiones extranjeras, hay una transparencia que muestra un pueblo más vivo que nunca que lucha por su verdad y razón.

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