Sin cabeza

Photo by Ahmed Adly on Pexels.com

Un repentino y fuerte viento lo hizo volar como no imaginaba que se pudiera hacer. Su dueño no estuvo atento. Se alejó con miedo, a expensas del fenómeno natural y sin control alguno hasta que lo tomaron unas pequeñas manitas y se posó sobre la cabecita de un adolescente que celebraba su nueva adquisición. Con la música y fiesta del jovenzuelo vinieron a su memoria los mejores tiempos: cuando era el sombrero de todo un señor y cubría la cabeza mejor amueblada. Qué triste su desaparición y salir de mano de aquel vividor que era su hijo, que no supo cuidarlo nunca y había dejado que estuviera cada vez más sucio. En realidad, lo sacara a pasear muy pocas veces y, tal vez por falta de práctica, no supo protegerlo del aire fuerte, como siempre hizo su antecesor.

̶  ¡Niño, dame ese sombrero! Lo habrá perdido algún caballero, hay que entregarlo en objetos perdidos. Mira cómo está ya, todo arrugado.

«No, objetos perdidos no…», pensó, temiendo volver a manos de aquel balarrasa que no le daba importancia a nada; e imaginó tener el poder de arrugarse, como sintió que le pasaba a su corazón.

Deja un comentario